lunes, 8 de abril de 2013

Campaña para la educación en museos

Hoy he tenido ocasión de leer el texto “La campaña para el dibujo” de Eileen Adams Engage. Aunque, para ser sincera, no la he leído al completo, a pesar de querer centrarme y entender correctamente lo que ahí estaba escrito.
Creo que mi problema fue que me perdía constantemente entre datos, fechas, lugares, actividades, grupos de trabajo, colegios, artistas y mucho mucho más. Sin embargo, esto no significa que no conozca, a grandes rasgos, lo que expresaba el texto, que no era más que la narración de un proyecto artístico llevado a cabo en museos, galerías y bienes patrimoniales de diferentes lugares de Reino Unido, todo muy detallado por cierto.
Y mientras intentaba concentrarme en la lectura, no podía evitar recordar prácticas, si no similares, muy parecidas, en especial en cuanto a objetivos y resultados; y esta es, sin duda, la parte del texto que más me ha interesado, el fragmento del relato en el que la autora comenta:
“Los objetivos clave del dibujo son capacitar a los visitantes para: experimentar, disfrutar, centrarse y concentrarse, explorar, reflexionar, observar, investigar, registrar información e ideas, analizar, sintetizar información e ideas, percibir, sentir empatía, recordar, interpretar, observar conexiones, construir significados, inspirarse, desarrollar curiosidad intelectual, desarrollar hábitos de estudio independiente, compartir experiencias, sentimiento y pensamientos e informar del discurso.”
Con esto, yo me pregunto ¿no es esto lo que busca todo proyecto educativo (artístico o no)?

Por ello, y como mencionaba anteriormente, vinieron a mi mente prácticas artísticas realizadas fuera del aula, prácticas que había leído, escuchado, visto o experimentado en el pasado. Pero, a las que no había dado mayor importancia que las sensaciones momentáneas; sin reparar en cómo esas experiencias me ayudarían en el futuro y, por supuesto, sin reparar en todo el trabajo y las personas que hay detrás de estos proyectos educativos.

Quizá la lectura de hoy no logró atraerme. Ciertamente, lo que hizo fue aburrirme; pero, sólo en un principio, pues, al pararme a pensar en aquello que había “semi-leído”, ocurrió algo positivo, y es que el texto me hizo reflexionar y, por consiguiente, publicar hoy una entrada distinta a todas las anteriores.
 
Me sentía bloqueada, sin palabras, no sabía por dónde empezar. Y casi sin darme cuenta, las ideas comenzaron a surgir. Por fin, comprendía lo que había leído. Lo que una persona pretende al poner en marcha una iniciativa educadora; a pesar de haberlo vivido ya.
Recordé entonces las “experiencias artísticas” que semanas antes había disfrutado de la mano de Cristina Francucci; o en las que, en su día, el artista Claudio Parmiggiani ofreció a su joven público con su exposición en el MAMBO (Museo de Arte Moderno de Bolonia); e incluso en los proyectos que mis compañeros de máster elaboraban con esfuerzo y esmero para más tarde poder hacerlo realidad con alumnos y alumnas.

Quizá, pueda parecer que el trabajo expuesto aquí hoy no ha sido muy productivo. Dice mucho y no dice nada. O incluso ha podido resultar aburrido al lector, como me sucedió a mí con el texto que ha dado como fruto esta reflexión. Pues, a fin de cuentas, más que un resumen o análisis del texto, se trata de un comentario reflexivo personal. Pero, lo cierto, es que para mí sí que ha resultado ser satisfactorio e incluso, si lo pienso, ha logrado hacer que adquiera algunos de los objeticos que antes enumeraba, los que exponía la autora en el texto: disfrutar, reflexionar, registrar ideas, sentir empatía, recordar, interpretar, observar conexiones, construir significados, desarrollar curiosidad intelectual y compartir experiencias, sentimientos y pensamientos.

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